Hace unos días reflexionaba en cómo estamos transitando esta, muy extensa (para mi gusto), pandemia en el tiempo y sus restricciones de movilidad y libertades en todos los ámbitos: sociales y laborales.
Como docente y profesional independiente, no hay un orden jerárquico porque los dos roles los ejerzo simultáneamente everytime 😉, me vi “impulsada” a utilizar internet como herramienta exclusiva de comunicación en nuestro ejercicio laboral como tantos colegas y observo en cómo nos fuimos acostumbrando; unos más rápidos que otros pero a un año de esta “nueva normalidad” casi todos conocimos nuevas aplicaciones, manejamos un vocabulario (muchas veces con conceptos equivocados) que les pertenecía más a los profesionales del Marketing, geek o millennials y centennials y que ahora ya pertenece “al pueblo”.
Muchos estudiantes regresaron a sus lugares de residencia: pueblos, otra provincia y país asimismo, muchos empleados no iban todos los días al centro de la ciudad, otros barrios sino que se quedaban en sus domicilios. Eso fue una bendición para los que tenían un espacio para destinar a improvisar una oficina y una maldición para los que no contaban con ese espacio extra.
Y esta “no movilización” traía de la mano de internet la posibilidad de continuar (más que mal) a seguir estudiando, formándose y trabajando desde “su lugar”. Es a esta POSIBILIDAD a la que hago mención y reflexionaba:
- Para los jóvenes, que estudian una carrera lejos de sus hogares porque la Facultad no está en su ciudad o provincia ¿y si no fuera necesario migrar, dejar sus hogares, amistades porque podrían hacerlo de manera virtual?
- Para quienes trabajan y buscan oportunidades en otras ciudades o provincias ¿y si no fuera necesario migrar, dejar sus hogares, amistades porque podrían realizar todo esto de manera virtual?
Claro que no aplica, al menos por ahora, a un 100% de situaciones (tipos de carreras y empleos/trabajo) pero sí, quizás a un 50-60% lo que podría redundar en progresos, mejoras en su entorno inmediato, que muchos pueblos no se queden sin sus jóvenes porque ellos mismos se encargarían de aumentar las posibilidades de crecimiento y desarrollo social, laboral, etc.
Que los profesionales no se desconecten de sus realidades locales.
Soy una optimista sin remedio y creo que todo esto es posible si pensamos, creemos y queremos que haya una transformación social, económica, formativa, ciudadana. Solamente es pensar que otra sociedad puede transformar tu entorno y para ello, los “más grandes” debemos y los gobiernos deben apoyar esta transformación digital posibilitando una accesibilidad de los dispositivos (abaratamiento), enseñando a usarlos en forma inteligente como un elemento transformador acortando esta brecha de disponibilidad y conectividad, creo que todo es posible.