Tengo varias “fascinaciones” en mi vida y una de ellas es, aproximarme, al menos una micra de comprender las diferentes motivaciones que tenemos los humanos para aprender todo aquello que nos permita sobrevivir en este mundo.
Una de ellas es ¿por qué decidimos aprender? ¿qué nos motiva o desmotiva a hacerlo?
Y otra es ¿Por qué no aprendemos o no nos interesa aprender algo? Hay contenidos que se siguen impartiendo bajo la premisa de “por las dudas que los necesites”, obsoletos, “porque más adelante (en la Carrera) los van volver a ver” siendo que, para ese entonces, más que seguro se habrán olvidado; sin embargo, es obligatorio hacerlo pasar por la cabeza aun cuando JAMÁS lo vamos a utilizar en nuestra práctica profesional.
Estoy leyendo a Michel Serres, su libro “Pulgarcita”[1], lo escuché por primera vez cuando en una presentación Carina Lion[2] lo mencionó y debo confesar que estoy perdiendo la cabeza como el Obispo Denis[3] ¡Literalmente! ¡Afortunadamente! 😀
«Espacio de circulación, oralidad difusa, movimientos libres, fin de las clases clasificadas, distribuciones disparatadas, innovación creativa en la invención, rapidez de la luz, novedad de los sujetos tanto como de los objetos, búsqueda de otra razón…: la difusión del saber ya no puede tener lugar en ninguno de los campus del mundo, ordenados, formateados página por página, racionales a la manera antigua, imitando los campos del ejército romano.
Ése es el espacio de pensamiento donde vive, en cuerpo y alma, desde esta mañana, la juventud de Pulgarcita. Saint-Denis pacifica la legión.»
Si hoy, estamos de acuerdo que los estudiantes no son una tabla rasa al que le llenamos de conocimientos.
Si hoy, aceptamos que tienen muchos saberes algunos del sentido común, otros plagados de prejuicios, otros imaginados y otros son conocimientos enciclopédicos…
¿Por qué no comenzar a enseñar (si es que podemos creer que enseñamos) desde los conocimientos que ya tienen los/as estudiantes?
Michel Serres[4], hablando de Pulgarcita, su libro, dice que ella sostiene en la mano su móvil y accede a los lugares con el GPS; la información con la wikipedia y a cualquier persona al otro lado de la línea; entonces, él dice que cuando sostenemos en la mano los lugares, las personas y la información sostenemos el mundo.
Ahora, hay 3.750 millones de Pulgarcitas que dicen: ahora sostengo el mundo en las manos.»
En una entrevista[5] le preguntan a Michel Serres “Hoy, sus estudiantes pueden tener acceso por adelantado al contenido de sus clases ¿eso le supone algún problema? Él responde: “cuando entro en el aula para impartir una clase sobre un tema ya dado, me pregunto cuál será el porcentaje de estudiantes que el día anterior ya habrán consultado en Wikipedia el temario de mi curso.
El/la docente está obligado a adaptarse a esta nueva situación y lo hace de la siguiente manera, sabe qué tipo de información hay en Wikipedia y asume, lo que yo llamo la “presunción de competencia” que los estudiantes ya no son incompetentes, que han tenido acceso a esta información y que la clase tiene que tener en cuenta que precisamente el hecho de que efectivamente han tenido acceso a ella. Consecuentemente, la naturaleza de las clases, está cambiando.”
Recuerdo cuando allá por el 2005 ciertos profesores/as decían “no me traigan contenidos de internet de páginas como “El rincón del vago” o de Wikipedia” porque consideraban que no eran sitios válidos para un conocimiento como el que se imparte en el aula. Quizás desde la ignorancia de que el contenido en esos sitios estaba condensado y creado por muchos “colaboradores anónimos” que siempre mostraban las Fuentes como el caso de Wikipedia.
Sin embargo, ahora abogamos por el conocimiento colaborativo pero ¿cuánto de ese conocimiento creado colaborativamente estamos dispuestos/as a que se produzca en nuestras aulas? ¿sabemos cómo gestionarlo? ¿O sigue siendo más fácil “bajar el contenido de un libro” que también está en internet como si fuera un conocimiento novedoso?
Dice Serres “El antiguo espacio de las concentraciones –ese mismo en el que hablo y ustedes me escuchan, ¿qué hacemos aquí? – se diluye, se expande; vivimos, acabo de decirlo, en un espacio de vecindades inmediatas, pero, además, un espacio distributivo. Podría hablarles a ustedes desde mi casa o desde otra parte, y ustedes me escucharían en otra parte o en sus casas. ¿Qué es lo que hacemos aquí?
No me digan que el alumno carece de funciones cognitivas que permitan asimilar el saber así distribuido, puesto que, justamente, esas funciones se transforman con el soporte y por el soporte mismo.
A causa de la escritura y la imprenta, la memoria, por ejemplo, mutó a tal punto que Montaígne[6] quiso una cabeza bien hecha antes que una cabeza bien llena. Esa cabeza acaba de mutar una vez más.”
[1] Pulgarcita es el término utilizado por el autor para referirse a las personas de nuestra generación y nuestra época (siglo XXI) en donde la tecnología está en todas partes y utilizamos más nuestros pulgares que otras partes del cuerpo.
[3] Primer Obispo de París 200 D.C.
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Michel_Serres
[5] En este vídeo, cedido libremente por la librería francesa http://www.sauramps.com/ y la productora Artcam Production http://www.artcam-production.com para adjuntar los subtítulos en español, el autor nos habla sobre la nueva generación de pulgarcitas y pulgarcitos